Puedes ver el vídeo directamente en YouTube pinchando aquí
El abedul siempre ha sido considerado un árbol asociado a la bondad y el amor. Una madera blanca y confiable para hacer esas antorchas que iluminaban a los campesinos rusos más pobres cuando regresaban a casa del campo. Confiable pues aún se conservan antiguos registros en rollos de madera blanca. Y con cierto halo lujoso y misterioso que hasta el famoso Fabergé utilizó su madera para uno de sus más preciados huevos.
De gran potencial entonces, debemos considerar al abedul enano o Betula nana pues ya se sabe… los frascos pequeños siempre encierran un gran potencial.
Y es justo lo que imagino que inspiró a Alba Hernández y David Salinas cuando vieron por primera vez el pequeño espacio donde hoy se encuentra asentado su restaurante. Unos pocos metros que sin embargo emanan una luz especial y un espíritu que ambos sos capaces de transmitir al cruzar su puerta y sentarte a una de sus pocas mesas.
Cuando menos es más
La propuesta de Alba y David para Betula Nana es sencilla; por cuestiones logísticas y una pequeña cocina, han de proveerse y cocinar prácticamente al día lo que se va a consumir en el día. No hay posibilidad de grandes producciones o de aprovisionarse para toda una temporada. Circunstancias como esta ponen de manifiesto una gran creatividad, un gran sentido de la sostenibilidad y queda patente que no hacen falta los grandes «Ferrari» de las cocinas para elaborar platos muy ricos.
Y en eso se basan… en una cartita reducida y varias sugerencias al día que son guiadas por los productos que pueden encontrar en sus siempre confiables pescadería, frutería, carnicería… del barrio. Y así lo transmiten a sus comensales; su máxima es hacer una cocina honesta que llevan marcada a fuego hasta en su logotipo.
Sus elaboraciones son sencillas, sin grandes fuegos de artificio pero con la garantía de un producto fresco y «tocado» justo en el sitio donde toca para ofrecer platos bien ricos.